El
28 de septiembre, un fuerte terremoto impactó la isla indonesia de
Célebes y activó un tsunami que devastó la capital de la provincia,
Palu. Los dos sucesos juntos terminaron con la vida de más de 2200
personas en la región. Aunque
Indonesia es uno de los países con mayor actividad sísmica en el mundo,
el tsunami de Palu fue una sorpresa para los geofísicos. Un tsunami
ocurre cuando un terremoto en el lecho marino empuja el agua hacia
arriba de manera abrupta, lo cual produce una ola de una altura
peligrosa. Lo más normal es que el culpable sea un megaterremoto, que
sucede cuando una placa tectónica se desliza debajo de otra. Un
megaterremoto fue la causa del tsunami que azotó Sumatra en 2004 y
provocó 230.000 muertes.
En
contraste, la causa del tsunami de septiembre se conoce como un
terremoto de desgarre. Este tipo de sismo ocurre en fallas donde dos
placas tectónicas se deslizan una frente a la otra. El movimiento del
terreno en esos terremotos en esencia es horizontal —en Célebes, las
rocas en ambos lados de la falla dieron tumbos una frente a la otra a
más de 3 metros— y casi no produce tsunamis. Sin embargo, el terremoto
de Palu provocó un desprendimiento submarino, el cual produjo un pequeño
tsunami que creció a medida que iba barriendo una bahía estrecha.
Además, resulta que ocurrió algo incluso más inusual, de acuerdo con dos artículos publicados
el 4 de febrero en la revista Nature Geoscience. Cuando la falla se
quebró, el borde principal de la ruptura rasgó la corteza a una
velocidad mucho mayor de lo normal, y tal vez magnificó la sacudida que
provocó el desprendimiento submarino. Este tipo de comportamiento se
había predicho en la teoría, pero no se había documentado de una manera
concluyente en la naturaleza.
A
lo largo de la historia, ha sido difícil probar las teorías
sismológicas con observaciones verdaderas. Sin embargo, gracias a un
creciente flujo de datos detallados de una serie de sismómetros e
imágenes satelitales de alta resolución, los científicos cada vez son
más capaces de comparar en tiempo real sus modelos con el comportamiento
de terremotos individuales.
Los
terremotos siguen siendo terremotos: vibraciones que se producen cuando
la energía de deformación almacenada en las rocas se libera de pronto.
No obstante, sus idiosincrasias —las personalidades de sus fallas
sísmicas— están comenzando a surgir. Los dos estudios recientes
ofrecieron un buen ejemplo.
Un
terremoto comienza debajo de la tierra, en un tramo diminuto de una
falla geológica, cuando la presión que ejerce una placa tectónica supera
la fuerza de fricción que la contiene. De pronto, ocurre un
desplazamiento; aparece un desgarre en la corteza y se propaga a gran
velocidad para distanciarse de su origen, muy parecido a una rasgadura
en un par de medias. A
medida que el desgarre avanza a toda velocidad, libera energía de
deformación en forma de ondas sísmicas, las cuales se propagan hacia
afuera a diferentes velocidades. Las ondas de presión, u ondas P, son
las más rápidas; las ondas de corte, u ondas S, son más lentas, pero
provocan una mayor sacudida del terreno; y por último están las pausadas
pero devastadoras ondas Rayleigh, las cuales provocan que la tierra se
mueva como el oleaje.
Lo
más común, y de acuerdo con la teoría básica de la geofísica, es que
una ruptura no viaje más rápido que las ondas sísmicas más lentas. Sin
embargo, la nueva investigación indicó que la ruptura que provocó el
terremoto de Palu aventajó incluso a sus propias ondas S, lo cual lo
convirtió en uno de los primeros terremotos “supercortadores” que se
hayan documentado.
En
uno de los artículos, Anne Soquet de la Universidad Grenoble Alpes, en
Francia, y tres coautores examinaron imágenes ópticas y de radar del
satélite Daichi 2 de Japón, las cuales mostraron desplazamientos a una
escala milimétrica de la superficie de la Tierra antes y después del
terremoto de Célebes. Los datos revelaron que la ruptura comenzó al
norte de Palu, en un segmento de la falla que antes era desconocido, y
que en 30 segundos viajó al menos 128 kilómetros hacia el sur. En
promedio, la fractura desgarró la corteza a una velocidad de 4,3
kilómetros por segundo, o 15.450 kilómetros por hora, casi un 25 por
ciento más rápido de lo normal, y entre los más rápidos registrados en
la historia en rocas a poca profundidad. Esta velocidad virulenta fue
posible gracias a un tramo inusualmente plano y regular de la falla
ubicado al sur de Palu, escribió el equipo de Soquet. Su conclusión
coincidió con los modelos teóricos que sugerían que solo las fallas
simples en términos geométricos podían transmitir ese tipo de rupturas.
En
el segundo estudio, un equipo que encabezó Han Bao de la Universidad de
California, campus Los Ángeles, ensambló un cronograma segundo por
segundo de la ruptura a partir de imágenes de radar de la superficie y
la densa red de estaciones sísmicas que se encuentran por el océano
Índico. Este equipo también observó que la ruptura iba más rápido que
sus ondas S. Muy parecido a la manera en que una lancha de motor o un
jet supersónico aventajan sus estelas, la ruptura generó detrás de ella
un patrón expansivo de disrupción en forma de V, conocido como cono de
Mach.
El
equipo pudo calcular con precisión el momento en que llegaron los
diferentes tipos de ondas sísmicas a distintas estaciones de monitoreo.
El grupo encontró que la ruptura que produjo el terremoto de Palu se
desplegó en fases marcadas, al disminuir la velocidad entre 10 y 25
segundos después de la fricción inicial, tal vez debido a las curvas en
la falla o las variaciones en la fricción de las rocas.
Incluso
con esos impedimentos, la ruptura viajó a una velocidad supercortadora y
lo hizo desde el comienzo. Eso fue sorprendente: los modelos actuales
sugieren que una ruptura debe viajar una distancia mínima antes de
alcanzar velocidades supercortadoras, de la misma manera que un
velocista necesita unos metros para llegar a su máxima velocidad.
Bao
y sus coautores escribieron que tal vez el tramo inicial de la zona de
la falla estaba formado de rocas muy fracturadas y dañadas. La ruptura
pudo haber pasado justo a través de este, sin gastar energía en romper
rocas prístinas.
Estos
hallazgos dan mucho qué considerar a los geofísicos. ¿El comportamiento
supercortador era intrínseco de esta falla, o lo provocó algo
específico en la forma en que empezó el terremoto? ¿Es más probable que
ciertos tipos de rocas, o de fallas más viejas y dañadas, produzcan
terremotos supercortadores? A fin de cuentas, ¿qué tan especial fue este
suceso?
Las
implicaciones son tanto humanitarias como científicas. Se pueden
encontrar fallas de desgarre por todo el mundo, incluidas muchas zonas
con una gran densidad poblacional: la falla de San Andrés en California;
el sistema de fallas Anatolia en Turquía; la falla del mar Muerto en el
Medio Oriente; y la falla de Enriquillo en Haití. Los vecinos sísmicos
de la humanidad vivirán mucho tiempo a su lado, hacemos bien en
conocerlos.
Fuente: https://www.nytimes.com
MÁS INFORMACIÓN
- Video 360: Lima colonial en ruinas. Charles Walker y el impacto del terremoto de 1746
- Video 77: El Gran Terremoto de Alaska de 1964
- Cita CCCLXVI: ¿Qué tan preparado estás ante un posible sismo?
CADENA DE CITAS
- Antes - Cita CDXVIII: Lo que debes saber de los Oscar antes de la premiación
- Después - Cita CDXX: Leer literatura puede hacernos mejores